sábado, 20 de febrero de 2010

CONDENAR EL PASADO ¿AL OLVIDO?



Uno de los descubrimientos de la filosofía del siglo XIX es la dimensión histórica del ser humano. Somos animales históricos, y como tales no podemos escapar de nuestro presente. Las reflexiones de Dilthey al respecto dieron paso a toda una corriente, el historicismo, que tanto criticara Popper. Cuestiones sobre la "linealidad", "regularidad" o "cientificidad" de la historia han estado en el punto de mira de todas estas disputas. En cierta forma, estos problemas nos ponen en el disparadero hacia un futuro incierto que queremos "adivinar" desde el presente y el pasado. Al margen de esta cuestión, que convierte a los historiadores en verdaderos augures, hoy no quiero hablar de esta dimensión proyectiva, sino de la mirada hacia el pasado que todos nosotros estamos obligados a realizar.Todos "heredamos" una identidad, que nos viene dada. Una carga (sin que esto tenga un sentido peyorativo) que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, y que no podemos abandonar. El que nace francés, por poner un ejemplo, tiene que asimilar las luces y las sombras que a esta identidad acompañan. De la misma forma que un alemán no puede olvidar lo que ocurrió en Europa en la primera mitad del siglo XX, tampoco un español puede (o debe) olvidar lo que ocurrió en América a comienzos del XVI. Triunfos, derrotas, momentos de gloria y de miseria, riqueza y pobreza, poderío y debilidad, libertad y persecución... Todas estas cosas han ido entretejiendo el devenir de los pueblos, y nadie puede, por así decirlo, comenzar de cero. Una de las tareas vitales es, sin lugar a dudas, asimilar el propio pasado.

Y cuento todo esto, por una reacción extendida y llamativa, que últimamente observo a mi alrededor, y que aparece en muchos otros países. Hay gentes empeñadas en borrar su historia, al menos el lado más oscuro de su historia. Gente empeñada en hacer desaparecer cualquier signo de la historia "prohibida". Cuando terminan largos periodos de sufrimiento, las calles pierden su nombre, las estatuas su lugar y cualquier producto cultural que recuerde ese pasado horrible debe ser enterrado. Caen estatuas de generales, caudillos, militares, mientras se conservan los homenajes y monumentos a los conquistadores. La historia se reduce a un juego maniqueo de buenos y malos, y lo políticamente correcto trata de introducir aún más desorden del existente. Mientras unos matan las estatuas "inadecuadas", otros son los que rescatan la memoria histórica. ¿Qué memoria histórica es esa? ¿Acaso no deberíamos cada uno de nosotros, plantearnos a fondo quiénes somos realmente? Esto nos obliga a saber en profundidad quiénes hemos sido antes de existir. ¿Qué es lo que nos define? ¿Conocemos suficientemenete nuestro pasado? Luego sucede que la historia salió perjudicada con la reforma de la LOGSE, y ahora dicen que quieren potenciar las tecnologías. Y, por si todo esto fuera poco, luego no falta quienes afirman abiertamente que la historia no sirve para nada..

Artículo creado por Miguel . Extraido de: http://boulesis.com
19 de Julio de 2005

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