domingo, 28 de febrero de 2010

MIGRACIONES EN LIMA EN EL SIGLO XX

LAS MIGRACIONES.
Los cambios en la ciudad de Lima empezaron cuando la gente que vivía en comunidades autosuficientes en el agro y comenzó a trasladarse hacia las ciudades costeñas, alterando por completo la larga tendencia histórica que la había mantenido aislada.
Para que se hagan una idea del mapa demográfico rural y urbano en aquel contexto histórico: Aproximadamente en la década del 40, la población rural era el 65% del total nacional. Pero en la actualidad esto se ha revertido radicalmente al 27,6%, es decir, que la población urbana del Perú estaba cerca de los 20 millones de habitantes (72,8%) Para explicar el por qué ocurrieron esas migraciones y como todo fenómeno social, existieron muchas causas:
- El incremento de carreteras que integraron gran parte del territorio nacional sobre todo el andino con las ciudades de la costa, especialmente con la capital. El desarrollo de este medio de comunicación animó a los provincianos en la búsqueda de una mejor comodidad, mejora de servicios y mejores oportunidades laborales.
- La crisis del agro entre 1940 y 1945 fue un factor decisivo para la migración. El esfuerzo de modernización y la poca seguridad de la venta del azúcar y el algodón, provocaron el despido masivo de peones o trabajadores de las haciendas agrarias de los andes y la costa. De esta forma, se liberó repentinamente un abultado contingente de personas que estaban dispuestas a migrar en busca de nuevos horizontes.
- Relacionado con el punto anterior, la crisis agrícola estaba también ligada con el problema de posesión de la tierra que no estaban en las manos de los propios campesinos. Muchas personas que no encontraban la posibilidad de tener una propiedad o terreno para trabajar, prefirieron migrar hacia las urbes para tratar de conseguir una propiedad que les era negada y satisfacer de alguna manera, algunas de sus aspiraciones materiales.
- Las posibilidades de una “mejor” remuneración, ha sido un estímulo poderoso para que las personas abandonen el campo para emplearse como obreros en Lima obteniendo ingresos hasta tres veces más altos de lo que ganaban antes.
- Por último, y quizás sea lo más importante, el propio crecimiento de los servicios públicos y la posibilidad al acceso de niveles educativos más altos, han sido también importantes incentivos para venir a la ciudad.

LA RECEPCIÓN HOSTIL
SOTO (1989) Sin embargo, al llegar a las ciudades los migrantes encontraron un mundo hostil. Se dieron cuenta de que, si bien la sociedad formal tenía una visión… del “Perú profundo” y le reconocía el derecho a la felicidad, nadie quería que ese “Perú profundo” bajase a las ciudades. Los programas de asistencia y desarrollo para tales áreas estaban dirigidos a que los campesinos progresaran ahí donde se encontraban; es decir, lejos de las ciudades. Se esperaba que la civilización llegase al campo, no que los campesinos vinieran a buscarla.
Se llegaron a los extremos, cuando la clase política de la época propusieron una serie de medidas abiertamente racistas, por ejemplo, el senador por Junín Manuel Faura presentó un proyecto en donde se prohibía el ingreso de provincianos, especialmente los hombres andinos a Lima; otro ejemplo fue, el diputado Salomón Sánchez formuló un pedido para la creación de un pasaporte de ingreso como obligación de los provincianos que quisieran entrar a Lima. Todos estos proyectos fueron rechazados felizmente, pero demuestran que ya desde entonces que existía una clara voluntad de negarles el acceso a la ciudad.
La integración fue más fácil para aquellos pertenecientes a las clases medias y altas provincianas urbanas. Ellos se incorporaron a la clase media limeña, dieron buena educación a sus hijos y siguieron desempeñándose como profesionales liberales o dentro de la burocracia estatal. La mayor o menor familiaridad con lo urbano y el mercado de algunos migrantes de sectores populares les ayudó algo en el proceso de integración a la urbe.
Mayor dificultad tuvieron los migrantes de origen campesino, sin experiencia urbana, con un dominio limitado de la lengua castellana y sin una amplia educación formal. Ellos tuvieron una que hacer frente a un medio muchas veces hostil, dominado por el prejuicio racial y sujeto todavía a los valores jerárquico de la sociedad criolla blanco – mestiza que habitaba la ciudad.
LAS INVASIONES Y BARRIADAS.
Desde la década del 40, la invasión fue una estrategia de acceso a la vivienda para los migrantes y personas de menores recursos. Esto dio lugar a las barriadas, conformadas por viviendas precarias inicialmente de esteras. Constituyen un elemento típico de la capital.
Inicialmente, los migrantes se albergaban en las antiguas casonas señoriales del centro de Lima abandonadas por sus antiguos habitantes, las clases altas y medias de la ciudad, que se desplazaron a los nuevos barrios residenciales. Por entonces ya estaban convertidas en tugurios (casas subdividas, quintas solares, callejones o corralones).
Sin embargo, la gran afluencia de inmigrantes, la falta de espacios para la viviendas en la ciudad y la incapacidad de el Estado para resolver los problema dieron lugar a las primeras invasiones, realizadas entre 1940 y 1950. La expansión se dirigió hacia los terrenos circundantes al centro de la ciudad. Fue el caso del doblamiento del cerro San Cosme, el cerro San Cristóbal y El Agustino. Estos espacios tenían un bajo costo y estaban cerca de de los centros de labor de la población que residía en ellos.
Entre 1950 y 1970, conforme a los fenómenos migratorios se acrecentó, las invasiones avanzaban hacia el norte, sur y al este, hacia la carretera central. Se formaron los conos. Surgieron así Comas, Villa María del Triunfo y Ciudad de Dios.
Hasta ese momento, el crecimiento de las barriadas se dio de manera espontánea, a través de las organizaciones de grupos de familias para la invasión nocturna de terrenos. Después venía la lucha por la legalización de la ocupación de espacios, la consecución de los servicios básicos, el equipamiento urbano y las construcciones progresiva de las viviendas por el sistema de autoconstrucción.
LA VIDA EN LA CIUDAD EN UN CONTEXTO DE CRISIS
A partir de la segunda mitad de la década del 70 y a lo largo de los 80, se produjo una grave crisis económica y política que hizo visible la incapacidad del Estado para organizar la vida de la cambiante sociedad peruana.
La ciudad ya no generaba empleos para la nueva población urbana, lo que obligó a esta a crear sus propias fuentes de trabajo. Se expandió así el comercio ambulatorio que invadió los espacios públicos, calles y plazas. Asociadas a esta nueva actividad surgieron empresas productivas, fábricas y talleres que les proveían de mercaderías para sus ventas, más baratas porque no pagaban impuestos al Estado. Eran, por tanto, también informales. De ese modo se hicieron informales la producción, el comercio, aun el sector financiero, el transito, etc.
Para el antropólogo José Matos Mar, la informalidad es parte de un proceso mayor, estimulado por las grandes migraciones del 50. Es la expresión del quiebre de los viejos patrones que regían el conjunto de la sociedad desde la independencia, y la fundación de otros nuevos y de sentido más democrático. A este fenómeno lo llama “desborde popular”. La informalidad sería, para él, la respuesta de la sociedad emergente de origen andino al Estado, el aparato formal que ha sido incapaz de atender sus demandas. En su lugar, los nuevos sectores urbanos habrían creado sus propias estrategias y mecanismos paralelos para presionar al Estado y obtener una mayor participación en los beneficios de la modernidad.
En las dos últimas décadas, al problema de la pobreza y el atrazo agrario se añadió la violencia política protagonizada por Sendero Luminoso, el MRTA y las fuerzas del orden por parte del Estado peruano. La aparición del fenómeno del terrorismo generó una migración de carácter compulsivo y masivo que afectó particularmente a la región andina central y sur del Perú. El número de desplazados se calculan en millones según los calculos del INEI y el informe final de la CVR.

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